Universidad

LA ULL SE RETRATA AL IMPONER EL PENSAMIENTO ÚNICO Y NEGAR A LOS DISIDENTES.

Candelaria, a 30 de octubre de 2025.- Hace muchos años, fui alumno de la ULL, y lamentablemente ya tuve que padecer las campañas políticas en clase, los profesores apoltronados, la endogamia y el pensamiento único. La Universidad de La Laguna (ULL) ha decidido ejercer de comisaria política y ha negado el uso de sus espacios a un conocido periodista, previsto para formar parte de la gira ‘España Combativa’. La excusa es tan manida como peligrosa: la institución alega que no puede “amparar la difusión de mensajes contrarios a los derechos humanos”.

He aquí la nueva inquisición, vestida con toga y birrete. Bajo el paraguas de una supuesta defensa de valores superiores, la universidad pública, que debe ser por definición un faro de debate y crítica, se arroga el derecho de decidir qué ideas pueden ser escuchadas y cuáles deben ser silenciadas. Lo que la ULL califica como “mensajes contrarios a los derechos humanos” no es, en la práctica, más que un eufemismo para tachar de herejía cualquier discurso que se desvíe del dogma ideológico imperante en el Gobierno de turno.

Es profundamente lamentable, y a la vez sintomático de nuestros tiempos, que la política partidista haya secuestrado las aulas. La universidad, que debería ser un santuario para el pensamiento complejo y la confrontación de argumentos, se ha convertido en el patio de recreo de la censura “progre”. Reafirmar el compromiso con la libertad de expresión “dentro del marco académico y legal” suena a noble, pero en boca de los censores, ese “marco” es una camisa de fuerza que solo acepta un tipo de pensamiento: el único que ellos consideran válido.

Este veto no es un acto aislado; es la punta de lanza de una estrategia más amplia para imponer un pensamiento único. Se silencia al disidente no mediante el contraargumento, sino mediante la descalificación moral y la exclusión. Se le coloca la infame etiqueta de “contrario a los derechos humanos” para evitar tener que refutar sus ideas en un debate abierto. Es la táctica del cobarde intelectual.

Lo que realmente atenta contra la dignidad humana y el progreso es precisamente esta actitud paternalista y autoritaria. Subestima la inteligencia del alumnado y de la sociedad, a quienes se considera incapaces de escuchar un discurso, analizarlo críticamente y extraer sus propias conclusiones. La universidad debería confiar en la fortaleza de sus principios para ganar cualquier batalla de ideas en la plaza pública de la razón, no recurrir a la censura previa como un régimen temeroso.

El mensaje que envía la Universidad de La Laguna es claro y triste: aquí no se debate, se obedece. Y mientras instituciones que deberían ser baluartes de la libertad claudican así, el verdadero combate por España, por su diversidad de pensamiento y por su salud democrática, se libra fuera de sus muros. Lamentable.

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